Pérdidas y Daños Atribuidos al Cambio Climático

Los eventos climáticos extremos pueden generar pérdidas y daños significativos en la sociedad, el ambiente natural y la infraestructura. Estos impactos surgen como resultado de la interacción entre la variabilidad climática natural y el cambio climático de origen antropogénico.
Las pérdidas y daños se clasifican en tres categorías: evitados, no evitados e inevitables.
Las pérdidas y daños evitados son aquellos que han sido prevenidos gracias a la implementación oportuna y adecuada de medidas de adaptación y mitigación.
Las pérdidas y daños no evitados corresponden a impactos que pudieron haberse prevenido, pero que ocurrieron debido a respuestas insuficientes, tardías o ineficaces. Por último, las pérdidas y daños inevitables son aquellos que persisten incluso frente a esfuerzos ambiciosos de mitigación y adaptación, generando afectaciones irreversibles.
Asimismo, las pérdidas y daños derivados del cambio climático pueden dividirse en dos grandes categorías: económicas y no económicas. Las pérdidas y daños económicos afectan recursos, bienes y servicios que tienen valor en el mercado, como daños a la infraestructura crítica, propiedades privadas y la interrupción de cadenas de suministro, con impactos que pueden sentirse desde el ámbito local hasta niveles nacionales e internacionales.
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Por otro lado, las pérdidas y daños no económicos suelen ser aún más graves, ya que abarcan aspectos incuantificables como la pérdida de vidas humanas, la destrucción de medios de vida, la desaparición de culturas, la afectación a identidades colectivas y el desplazamiento forzado de comunidades y territorios ancestrales, con consecuencias profundas para el tejido social y cultural.
El esquema para el abordaje de pérdidas y daños se basa en un enfoque que considera la temporalidad de las acciones, los tiempos de respuesta y la asignación de responsabilidades sobre quién asume el riesgo. Este enfoque permite articular respuestas adecuadas en distintas etapas, organizadas en una escala temporal: antes del evento (t-1), durante el evento (t), y después del evento (t+1 y t+2).
Esquema para el abordaje de las pérdidas y los daños

En esta fase se evalúa el riesgo potencial y se implementan estrategias para evitar (averting) o reducir al mínimo (minimizing) las pérdidas y daños derivados de impactos negativos, tanto de eventos extremos (como lluvias intensas, sequías o heladas) como de procesos de aparición lenta (como el retroceso de glaciares, el aumento del nivel del mar o la pérdida de biodiversidad). El principal desafío en esta etapa es la atribución científica de estos eventos al cambio climático, además de la preparación anticipada para reducir vulnerabilidades.
Durante la ocurrencia del evento, cuando las pérdidas y daños superan la capacidad de adaptación, es decir, se vuelven inevitables, se requiere una respuesta inmediata a corto plazo, en cuestión de horas o días. En esta etapa, se definen los escenarios críticos donde el riesgo climático se manifiesta, priorizando los sectores estratégicos que han sido identificados en las políticas de adaptación al cambio climático
Después del evento, la atención se centra en enfrentar las pérdidas y daños mediante la ejecución de medidas de acción a mediano y largo plazo. En esta fase, se formulan y desarrollan iniciativas que deben estar respaldadas por mecanismos financieros apropiados, guiadas por una lógica de racionalidad climática y diseñadas para fortalecer la capacidad de recuperación de los sistemas afectados.
Finalmente, la etapa de recuperación contempla acciones de remediación y reconstrucción a largo plazo para restaurar los sistemas impactados por el cambio climático. Esta fase incluye procesos de rehabilitación, reconstrucción y, cuando es necesario, reubicación, con el objetivo de restablecer condiciones de seguridad y funcionalidad en los territorios y comunidades afectadas.







